anna walker
2024 (Photo/Laura Shillingsburg)

Doctores militares me dijeron que estaba bien, pero tenía lupus

Me enferme tanto que terminé intubada en la UCI

Tal como lo relataron a Nicole Audrey Spector 

Durante años, antes de trabajar en las fuerzas armadas, sabía que quería ser militar. Parecía ser una decisión obvia porque crecí en una familia militar. Unirme a las fuerzas armadas era una forma de continuar con la tradición de mi familia en una forma que sabía que sería gratificante. 

Después de la universidad, recibí el nombramiento de oficial financiera del ejército. Empecé como subteniente y me ascendieron a teniente después de 18 meses de servicio activo. En mi cuarto año, me ascendieron a capitán. 

Soy buena en matemáticas y la mayoría de mi trabajo en las fuerzas armadas estaba relacionado con el manejo de transacciones financieras. 

Aunque una gran parte de mi trabajo era administrativo, aun así debía participar en entrenamientos físicos intensos como todos los demás. Teníamos un entrenamiento obligatorio de hora y media, de lunes a viernes. 

Me encantaban los aspectos financieros de mi trabajo, pero las tareas militares tales como las actividades relacionadas con el campo de tiro eran muy estresantes. En realidad era demasiado, especialmente porque también estaba estudiando en ese entonces para obtener mi maestría en contabilidad. La mayoría de noches estaba despierta estudiando y casi no dormía. 

Y fue entonces cuando todo empezó: los síntomas. 

Noté inflamación en mis dedos, particularmente en las zonas de las articulaciones. Con el tiempo, la inflamación se propagó a todo mi brazo. Luego empecé a experimentar lo que se sentía como artritis en todo mi cuerpo. Las actividades cotidianas se volvieron dolorosas. Incluso salir de la cama y ponerme los zapatos era difícil. Mi dolor de espalda era insoportable.

Anna’s swollen fingers
Los dedos hinchados de Anna

Fui a la enfermería muchas veces para obtener respuestas y alivio. La atención que recibí fue ridículamente mala. El personal allí parecía incompetente. Me daban hielo y analgésicos. Cuando todo mi brazo se inflamó, tomaron rayos X (no encontraron nada aparte de la inflamación) y enyesaron mi brazo. El yeso, el cual estaba en el brazo que más uso, hizo mi vida instantáneamente más difícil. 

Mientras tanto, el dolor de espalda seguía empeorando. Pero no me libré de los rigurosos entrenamientos físicos. Un día en el campo de tiro, estaba intentando disparar un rifle, una parte obligatoria del entrenamiento. El dolor en mis dedos era tan grave que recibí varios contragolpes del rifle en mi rostro. Luego mi cara se hinchó. 

Aunque sabía que estaba mal, no estaba necesariamente consciente de cuán enferma estaba. Mis amigos civiles que me visitaban me lo decían. Notaban que respiraba rápidamente y que me veía realmente cansada. “Tómalo con calma”, decían. 

Bueno, no hay calma en el ejército. 

Eventualmente, aparecieron fuegos en mi boca y con las justas podía comer. Perdí muchísimo peso. Luego, un día, tosí sangre. Fui a la sala de emergencias, me examinaron brevemente y me dijeron que nada parecía estar mal. 

Me sentí atrapada. Muchas personas dependían de mi trabajo. No quería abandonarlas. Pero también estaba demasiado enferma. Mi madre vino a visitarme y le aterró lo que vio. Me llevó a la sala de emergencias todos los días hasta que un doctor realmente me puso atención. 

El doctor notó sarpullido en forma de una mariposa en mi rostro y con eso, comprendió el problema. Hicieron varias pruebas, las cuales indicaron que tenía lupus. Ya conocía el trastorno. De hecho me habían hecho pruebas hace solo unos meses pero me dijeron que no lo tenía. 

Cuando me diagnosticaron, estaba literalmente peleando por mi vida. Me enviaron al hospital a que me intuben porque mis pulmones tenían tanta sangre que no podía respirar por mi propia cuenta. Estuve en la UCI, intubada, durante dos semanas. Mi familia estuvo conmigo todo el tiempo, defendiendo mis derechos.

Anna in the ICU
Anna en la UCI

Aunque el lupus es un diagnóstico devastador, me alivió saber finalmente que estaba pasando. Y aunque no hay cura para el lupus, hay formas efectivas para tratar sus síntomas. Eso me dio esperanzas. 

Empecé a recibir infusiones regularmente para tratar los síntomas de lupus. Las infusiones me deprimían porque hicieron que pierda parte de mi cabello. Soy una mujer que ama su cabello y eso realmente perjudicó mi autoestima. También debía recibir oxígeno durante seis meses después de mi estancia en la UCI. 

Para ese entonces, era obvio que no podía continuar con mi carrera militar. Aunque trabajar en las fuerzas armadas tenía sus desventajas, me encantaba mi trabajo. Estaba muy deprimida al saber que debía dejar esa parte de mi vida. Sentí que todo mi mundo colapsaba. Mis esperanzas y sueños de participar en despliegues militares y de trabajar para mi país se desvanecieron. 

Me enviaron a la unidad de recuperación de soldados (SRU, por sus siglas en inglés) y determinaron que posiblemente lo mejor para mi salud era dejar de trabajar en las fuerzas armadas. La SRU me ayudó en mi proceso de salida de las fuerzas armadas. 

Empecé a recibir terapia y trabajé duro para identificar lo que quería hacer de mi vida ahora que las fuerzas armadas no eran una opción. Eventualmente, recuperé la esperanza. Decidí continuar con mi carrera en contabilidad y trabajar en cargos financieros. También decidí que quería tener una familia. 

Una vida gratificante empezó a parecer posible para mí. 

Ahora todavía tengo lupus (desde luego), pero tomó medicamentos y tengo consultas con un reumatólogo cada tres meses para controlar mis síntomas. También implemento medidas para prevenir los síntomas, incluyendo reducir el estrés, comer saludablemente y usar mucho protector solar. 

Recientemente obtuve un trabajo nuevo que me encanta. ¡Me gusta mucho más que mi trabajo en el ejército, lo cual me parece sorprendente cuando lo digo! A veces, pienso que tal vez todo esto ocurrió por algo, quizás Dios me estaba diciendo que la vida militar no era para mí. 

Mi deseo es que otras mujeres, independientemente de si trabajan en las fuerzas armadas o no, sepan que ellas son quiénes están a cargo de su salud. Tienes todo el derecho a ser persistente para obtener la asistencia médica que necesitas y no deberías sentir que te presionan para no hacerlo. 

 

Este recurso educativo se preparó con el apoyo de AstraZeneca. 

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