Sheri Boucher
2021 (Photo/Victoria Silva)

Amé mi carrera en el ejército y en la fuerza aérea, pero la carga que impuso en mi salud fue brutal

Después de mi experiencia con la atención médica en las fuerzas armadas, tengo el compromiso de hacer que los veteranos reciban un trato justo

Tal como lo relataron a Nicole Audrey Spector 

Empecé a trabajar en el ejército en 1990. En ese entonces había una recesión brutal y simplemente no había muchos trabajos para personas como yo, recién graduados de la universidad con muchas deudas estudiantiles. 

Busqué en el directorio telefónico información acerca de pagos de préstamos y vi un anuncio de un reclutador del ejército. Me reuní con él y pregunté, “¿qué trabajo puedo obtener en las fuerzas armadas que pueda seguir ejerciendo una vez que deje de trabajar ahí?” 

En la universidad, había sido una líder de rehabilitación y trabajé con personas con discapacidades, pero eso no necesariamente concordaba con mis aspiraciones en esos momentos. Lo que deseaba era una carrera en la que pudiese tener éxito financieramente a largo plazo. Quería pagar mi deuda y valerme por mí misma. 

El reclutador respondió rápidamente: “Enfermera”. 

No crecí sabiendo que quería ser una enfermera, pero me gustó la idea, así que firmé mi contrato para trabajar en las fuerzas armadas. 

Dos meses después, empezó la guerra de Irak. 

“Oh, ¿en qué me metí?” Me pregunté. 

Tenía 22 años.  

Para ese entonces, estaba recibiendo mi entrenamiento básico, en Fort Jackson en Carolina del Sur. Me transfirieron varias veces y terminé yendo a otra base en Texas para terminar mi educación médica. 

Luego, la guerra terminó. Los siguientes meses me transfirieron nuevamente varias veces. Finalmente me transfirieron a Fort Gordon en Georgia. Puesto que tenía un título universitario, fui la líder del escuadrón de enfermeras. No tuve que esforzarme para ascender como lo tienen que hacer muchos miembros de las fuerzas armadas. Mi educación superior me dio una ventaja. 

Pero independientemente de mi rango, trabajar en el ejército era una vida difícil. Viví mucho el momento, pero no en una forma zen. Solo trataba de sobrevivir el día a día. Empecé a comprender que realmente no disfrutaba mi trabajo y quería un cambio. 

En 2007, empecé a trabajar en la fuerza aérea, donde me convertí en una enfermera aérea. También era una vida dura, pero también me emocionaba y me encantaba viajar.

Sheri in 2012, Kandahar
2012, Kandahar

En las fuerzas armadas e incluso en la fuerza aérea, aprendes a adaptarte a la incomodidad física. En mi calidad de enfermera aérea en despliegues militares, frecuentemente tenía que ponerme y sacarme equipos blindados increíblemente pesados. Eso fue una carga terrible en mi espalda, lo cual provocó un dolor crónico. Pero hice lo que todos hacen en nuestra línea de trabajo: Aguanté el dolor sin quejarme. 

Pero el dolor solo empeoró, hasta que no pude ignorarlo más. Incluso solo caminar y pararme era insoportable. 

Mi doctor de cabecera solicitó unos rayos equis que aparentemente no mostraron nada grave. Me diagnosticaron “dolor de la parte inferior de la espalda”. Ese era un diagnóstico muy ridículo porque no podía ni siquiera pararme por el dolor. 

En teoría, todavía estaba en condición de vuelo, así que no podía tomar medicamentos sin la aprobación de mis superiores. Tome analgésicos y antiinflamatorios que no necesitan receta en forma rotatoria. Compré una unidad NET para neuroestimulación eléctrica y la usaba ininterrumpidamente. También probé acupuntura y masajes de espalda. 

Pero mi salud seguía deteriorándose. Un par de años después, empecé a experimentar problemas GI, incluyendo dolor y diarrea. No toleraba la mayoría de alimentos y todo empeoró hasta que ni siquiera podía comer. Fui a la sala de emergencias de la VA, donde doctores civiles me explicaron que se debía hacer que remuevan mi vesícula biliar. Me sometieron rápidamente a la cirugía en 2015.  

Regresé a trabajar inmediatamente después de la cirugía (la cual resolvió mis síntomas GI pero no mi dolor de espalda). Puesto que no quería perder mi trabajo, no conté a nadie que me acababa de someter a una cirugía importante. Muchas personas no saben que las reglas de la fuerza aérea son incluso más estrictas que las del ejército. Podía perder mi trabajo si alguien lo descubría. 

Unos años después, fui de nuevo al doctor para obtener respuestas acerca de mi espalda. Una TC mostró dos discos desplazados y dos fracturas. Era abrumadoramente aparente que con mi situación física ya no podía trabajar como enfermera aérea.  

Tuve que dejar de trabajar en la fuerza aérea. 

Pero mis superiores de la fuerza aérea trataron de forzarme a que vuele, argumentando que mentía sobre la condición de mi salud. Esto fue un insulto después de mis muchos años de dedicación. Decidí que ya no quería ser parte de esa organización. 

Deje de trabajar en la fuerza aérea con el compromiso de finalmente cuidarme. 

Y ahora necesito, al menos brevemente, explicar algo muy serio. Durante mis años de servicio, estuve expuesta a pozos de quema, sin usar siquiera una mascarilla. 

Unos años después de renunciar a las fuerzas armadas, cuando trabajaba como profesora universitaria, conocí una estudiante joven y brillante que se llamaba Chelsey. Ella había dejado de trabajar recientemente en las fuerzas armadas y quería escribir un artículo investigativo sobre los efectos médicos de los pozos de quema. Deseaba ayudarla y desde entonces nos volvimos buenas amigas. 

Chelsey terminó convirtiendo su investigación en la HunterSeven Foundation [Fundación HunterSeven], una organización sin fines de lucro con la que trabajo y que se dedica a proporcionar RM de cuerpo completo a veteranos que tienen riesgo de desarrollar enfermedades mortales relacionadas con la exposición a pozos de quema. 

No quería quitarle una vacante a otro veterano, pero como vicepresidente de HunterSeven Foundation, debía someterme a lo que recomendamos. Me sometí a una RM de cuerpo completo. Esa resonancia reveló una masa en mi glándula tiroidea. Me conmocioné porque no tenía ningún síntoma. 

La masa resultó ser cancerosa, pero afortunadamente, el tumor estaba en una etapa suficientemente temprana para extraerse sin necesidad de quimioterapia u otro tratamiento. 

Pero, ¿pueden imaginarse que hubiese pasado si no me sometía a la RM? Lamentablemente, yo sí. 

Tuve una carrera militar de 32 años. Estoy agradecida y orgullosa de ella a pesar de que desencadenó problemas médicos graves. Deseo que otros miembros y veteranos de las fuerzas armadas reciban un mejor trato que el que yo y muchos de mis colegas recibimos. 

Siento orgullo del trabajo que hago para ayudar a que veteranos reciban examinaciones médicas que podrían salvar sus vidas. Yo y todos los que trabajamos en HunterSeven deseamos que otras personas reconozcan que podemos marcar una diferencia importante y duradera para personas que trabajan para nuestro país con tanta dedicación. Simplemente debemos trabajar en eso. Ya lo estamos haciendo. ¿Deseas unirte a nosotros? 

 

Este recurso educativo se preparó con el apoyo de AstraZeneca. 

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