It’s Your Period Again? Really?

¿Es tu periodo menstrual otra vez? ¿En serio?

Cuando la endometriosis hace que tus períodos menstruales sean insoportables, atravesar una carrera dominada por los hombres implica cruzar un campo minado de condescendencia e incredulidad.

Tal como se relató a Erica Rimlinger 

Desde que empezaron mis periodos menstruales cuando tenía 12 años, duraban más de una semana, la sangre pasaba a través de mi ropa y hacían que me retuerza del dolor. Incluso una prescripción de píldoras anticonceptivas cuando tenía 15 años no alivió mis síntomas. Cuando tuve más edad, mis períodos menstruales empeoraron, pero pensaba que simplemente era el precio que tenía que pagar por ser una mujer. No me daba cuenta de que el precio que estaba pagando era demasiado alto.

Me uní al ejército justo después de acabar la secundaria para alejarme de una infancia difícil en Abilene, Texas. Después del entrenamiento básico, las puntuaciones de mis pruebas me aseguraron un puesto en el programa de capacitación de enfermeras de U.S. AMEDD Center and School [Centro y escuela del departamento médico del ejército de Estados Unidos]. Descubrí que ser enfermera me llenaba a nivel personal. Me encantaba ayudar a la gente y poder hacer lo que creía que otros proveedores no hacían: establecer conexiones con personas a nivel personal y hacer que estén en mejores condiciones que cuando las conocí por primera vez.

Pero el sufrimiento por mis períodos menstruales me estaba costando mi carrera. No quiero que haya confusiones: Yo era dura. Podía despertarme a las 4 A.M. para correr cinco millas con el pelotón o trabajar en un turno físicamente demandante en un hospital de combate. Pero cuando te encuentras deshidratada, sintiendo dolor dos semanas de cada mes, la situación es insostenible. Me mandaban repetidamente a la clínica médica de las tropas o TMC, por sus siglas en inglés, para simplemente recibir un analgésico y una almohadilla caliente de la enfermera certificada o de la asistente del médico. Nunca fue suficiente y ciertamente no era una solución a largo plazo. Me enfrenté a mucho escepticismo y me preguntaron más de una vez si realmente tenía tanto dolor como lo describía.

Finalmente, el ejército me dio permiso para visitar un ginecólogo en el hospital principal. Recuerdo estar sentada en mi uniforme en el consultorio ginecológico cuando escuché que muchas pruebas de imagenología y laparoscópicas confirmaron que tenía endometriosis. Mi útero estaba cubierto por adherencias y el ovario derecho estaba incrustado en la pared derecha de mi útero.

“¿Qué hacemos ahora?” Pregunté y lo que dijeron me sorprendió nuevamente. A los 20 años, apenas ocho años después de convertirme en mujer, inducirían una menopausia con químicos.

A medida que el doctor me explicaba el plan de tratamiento, mi mente pensaba en una cosa de todas estas noticias: Probablemente no tendría la capacidad de tener hijos. Ni siquiera había pensado en tener niños todavía, y ahora, repentinamente, ese posible futuro fue descartado incluso antes de que haya tomado cualquier decisión al respecto.

Un poco de tiempo después de mis primeras inyecciones del medicamento para suspender mis periodos menstruales, empecé a tener bochornos. Me irritaba con facilidad y dormía mal. Los efectos colaterales eran tan graves que mi doctor sugirió ciclos en los que debía tomar y no tomar el medicamento: lo tomaba durante seis semanas y no lo tomaba durante otras seis. Mis periodos menstruales regresaron y esta vez eran tan abundantes que tuve hemorragias con coágulos y corría el riesgo de arruinar mi uniforme cada vez que salía de las instalaciones militares. También tenía anemia. La endometriosis y yo teníamos la misma fuerza. Pero era una mujer joven y dura con una enfermedad que era tan despiadada como mi deseo de probar mi fortaleza ante su deseo de controlarme.

Después de un par de años de soportar la endometriosis, a mis doctores se les ocurrió un plan C. “Extraigamos tu ovario derecho”, sugirieron.

El procedimiento, denominado ooforectomí a, me dejaría con un ovario. En esos momentos, tenía 22 años y estaba mentalmente exhausta. Comparé esta pérdida con en qué forma esta enfermedad afectaba mi calidad de vida y mi carrera, especialmente con el estrés cada vez más grande de que mis oficiales superiores no entendían completamente la gravedad de mi enfermedad. Me queda claro que ellos pensaban que estaba exagerando mis síntomas o que simplemente no tenía la capacidad de manejar mis “problemas femeninos”.

Decidí que me extrajeran el ovario y durante algunos meses, experimenté un alivio real de mis síntomas. De hecho, terminé embarazándome a pesar de las pocas probabilidades.

Cuatro meses después de que nació mi hija, una prueba mostró que las lesiones habían regresado. Empecé con una rutina: Me hacían una cirugía, funcionaba por un tiempo y luego las lesiones reaparecían. También intenté implementar menopausia con químicos otra vez.

Era una madre que trabajaba cuando experimenté todo esto. Cuando me asignaron una tarea de viajar a ejercicios de entrenamiento durante 45 días en California, me di cuenta de lo poco posible que era que trabajase en el ejército durante 20 años. Puesto que tenía una bebé pequeña y experimentaba constantemente tratamientos para la endometriosis, pregunté a mis superiores si otra enfermera que fuese soltera y no tuviese endometriosis pudiese ir en mi lugar a esta tarea. Mi solicitud fue denegada y recordé duramente que, “el ejército no me dio“ mi hija y el “tener problemas de mujeres todos los meses” era mi problema y no del ejército.

Pamela Price’s children during family weekend at Virginia Tech, 2022.
Los hijos de Pamela Price durante un fin de semana familiar en Virginia Tech en 2022.

Esta conversación se quedó en mi cabeza porque a medida que el mensaje se recibía a través de la cadena jerárquica, me di cuenta de que ninguna persona a cargo de tomar estas decisiones tenía un útero.

Pasé la mayor parte de mi tiempo, desde que tenía 20 hasta que tenía 30 y pico años, lidiando con períodos menstruales que alteraban mi vida, con dolor crónico y con procedimientos médicos regulares mientras trabajaba en el ejército y cuidaba a mi hija antes de retirarme por razones médicas. Tratamientos médicos en el mundo civil me ofrecieron más opciones y la oportunidad de escoger una práctica médica que se enfocase exclusivamente en la salud de la mujer. Nunca tuve eso en el ejército.

Algunos miembros de mi equipo médico fueron grandiosos, tal como el equipo obstétrico y ginecológico que me atendió durante el parto de mi hija. Pero me hubiese encantado tener un mayor acceso a doctores especializados en la salud de la mujer mientras trabajaba en el ejército.  Siento que el ejército podría ser más claro y sincero con las mujeres militares sobre en qué forma las opciones de tener hijos y los asuntos reproductivos pueden ser parte de una carrera militar.

Sobre todo, me gustaría que los profesionales médicos confíen en las mujeres cuando les comunican lo que están experimentando. Nuestras luchas no siempre son visibles, pero somos quienes conocemos de mejor forma a nuestros cuerpos y a nosotras mismas, y los proveedores médicos hombres nunca tendrán que experimentar algunas de nuestras experiencias más duras.

Share:

This resource was created with support from the Ready, Healthy & Able program funders.

Read Next

It’s Your Period Again? Really?

Stay informed.

Sign up to receive regular updates when we have new content.