Amanda Huffman

Una de mis misiones más difíciles en Afganistán era obtener anticonceptivos

¿La raíz del problema? Una falta de atención para los problemas médicos de las mujeres.

Tal como lo relataron a Nicole Audrey Spector 

En Afganistán, los hombres nos llaman mujeres rotas. Somos mujeres que estamos casadas, pero no tenemos hijos. Piensan que algo debe estar mal con nosotros si somos jóvenes, se supone que somos fértiles, estamos casadas, pero no nos embarazamos durante nuestro primer año de matrimonio.

Y nunca es culpa del esposo. Siempre es culpa de la mujer. 

Así que me encontraba allí, una mujer de 25 años que denominaban “rota” tratando de ayudar a reconstruir un país destrozado con las otras tropas de EE.UU. Por ser una oficial de la fuerza aérea en 2010 (seis años antes de que las fuerzas armadas suspendan la prohibición de las mujeres en áreas de combate), no podía operar en unidades de infantería, pero me trasladaba en escoltas adjuntas a una unidad de infantería de todas formas. Necesitaban ingenieros civiles como yo.

Cada cierto tiempo, íbamos a misiones para ayudar a reconstruir instalaciones en pueblos en Kapisa, al este de la base aérea de EE.UU. en Bagram. Y asignaron a otra ingeniera civil para que trabajemos juntas. Ella era la única otra mujer que tenía ese cargo de todos los equipos de PRT comandados por la fuerza aérea. Pienso que la vida hubiera sido más solitaria si hubieran asignado a un hombre como mi compañero; realmente necesitaba la amistad y vulnerabilidad que se deriva de trabajar con otra mujer. Pero un desafío al que mi colega y yo nos enfrentamos eran las mentiras que las personas de nuestro equipo propagaban acerca de nosotras. Tal como nuestra falta de ética profesional o con quien podríamos estarnos acostando. 

Otras mujeres podían propagar chismes, pero los hombres también podían hacerlo. Lo irónico es que se suponía que los hombres debían proteger a las mujeres. Las personas en que se suponía que debíamos confiar en estas misiones potencialmente peligrosas fuera de la base eran las personas que podrían traicionarte cuando mentían sobre tu desempeño profesional. En una zona de guerra, donde las tensiones ya son altas, esto realmente puede alterar tu salud mental, quizás aún más que si estuviéramos en nuestros hogares. 

Entonces, un día, tuve un problema aparentemente ordinario que terminó siendo una fuente adicional de estrés en un entorno que ya era altamente agobiante donde estaba constantemente preocupada de que los talibanes nos pudiesen disparar: Me di cuenta de que mis anticonceptivos estaban por terminarse. 

No tenía relaciones sexuales cuando estaba en despliegues militares, pero no quería correr el riesgo de tener alteraciones hormonales por tomar y dejar de tomar anticonceptivos.  

En Estados Unidos, simplemente llamaba a mi farmacia o doctor y esto se solucionaría en un día máximo. Pero en Afganistán, mi única opción era ir a la base principal en Bagram y hablar con los doctores allí.

Amanda 2021 (Photo/Trish Algre-Smith)
2021 (foto/Trish Algre-Smith)

Los doctores (hombres, por cierto) me proporcionaban abastecimientos de mi método anticonceptivo para un mes, pero si necesitaba más debía coordinarlo con mi base en Estados Unidos. Un doctor me dijo que no podía ayudarme más porque estaba en la fuerza aérea y él era un doctor del ejército. ¿Hubiese implicado más papeleo? Probablemente. Pero, ¿y qué?

Emitir una prescripción de anticonceptivos que había estado usando durante años parecía ser una tarea muy simple, pero supongo que no lo era y no tuve otra alternativa que pedir a un amigo en Estados Unidos que me envíe un suministro de seis meses por correo. 

En esos momentos, todo esto me pareció un inconveniente pequeño, pero años después me pregunté si talvez estaba ocurriendo algo más trascendental. ¿Talvez había alguna sospecha de la que no me di cuenta de que estaba teniendo relaciones sexuales mientras estaba en servicio activo? 

A final de cuentas, no importa realmente lo que los doctores de la base piensen. Lo importante es lo que no consideraban. No tomaron en cuenta mis derechos a un método anticonceptivo seguro y accesible, una contradicción importante si consideras que no faltaban los preservativos en la clínica y que se podían tomar libremente en nuestra FOB [Base de operaciones avanzada].  

Y no pensaban en mis necesidades médicas. Dejar de tomar anticonceptivos puede causar varios síntomas, incluyendo períodos menstruales irregulares o incluso no tenerlos. Claramente, estas preocupaciones no se consideraron y nadie en la base estaba dispuesto a hacerlo. 

Algunas cosas han mejorado para las mujeres en las fuerzas armadas desde 2010, pero todavía falta trabajo importante por hacer para que las mujeres realmente tengan éxito en la vida militar y para que cuenten con acceso a los servicios médicos que necesitan. Estoy haciendo lo más posible para que esto suceda. 

Uno de los pasos que tomé fue escribir un libro que se llama A Girl’s Guide to Military Service. También lidero un grupo de mujeres con bastante experiencia militar que están dispuestas a ayudar a responder preguntas que mujeres jóvenes tengan sobre la vida en las fuerzas armadas. Además, estoy estableciendo un programa de mentoría que implementa comunicaciones entre miembros nuevas y mujeres con bastante experiencia militar. 

Creo profundamente en las fuerzas armadas, pero todavía hay ciertos aspectos del sistema que no funcionan para las mujeres. Sin embargo, todavía se pueden encontrar soluciones. Y juntas podemos hacer que eso pase. 

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This resource was created with support from the Ready, Healthy & Able program funders.

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