Amber Davila

En vez de tratar mi endometriosis, SOP y fibromas uterinos, doctores me dijeron que “me haga más fuerte”

Tuve que dejar el sistema médico militar para que finalmente me tomen en serio

Tal como lo relataron a Nicole Audrey Spector   

Nos casamos un tiempo después de cumplir los 20 años y tratamos de tener un embarazo saludable durante aproximadamente cuatro años. 

Durante este tiempo, tuvimos 17 abortos espontáneos. 

Acudí a varios doctores para tratar de entender porque seguía perdiendo mis embarazos. Eventualmente, me diagnosticaron un síndrome de ovarios poliquísticos (SOP), endometriosis y fibromas uterinos. Todo esto explicó los abortos espontáneos, así como mis períodos menstruales que eran horriblemente abundantes y dolorosos. Me ofrecieron tratamientos para los síntomas, pero no para la infertilidad. Probamos los tratamientos, pero ninguno fue útil. 

Era la esposa de un militar y la atención médica que recibía era a través de Tricare, red a la que pertenecía por el estatus militar de mi esposo. Pero el seguro médico no proporcionaba lo que necesitábamos para tener una familia. No cubría fecundaciones in vitro (FIV) o cualquier otro tratamiento de fertilidad. Hubiésemos tenido que cubrir esos gastos de nuestro propio bolsillo. Simplemente era demasiado dinero. 

Incluso si hubiésemos podido cubrir el tratamiento de fertilidad, las probabilidades, según los doctores, de que tenga un embarazo a término completo, eran casi inexistentes. 

Estaba abierta a la posibilidad de adoptar, pero mi esposo no. Quería hijos biológicos únicamente, lo cual dificultó nuestro matrimonio y terminamos divorciándonos. Se casó con otra persona y tuvo hijos biológicos un poco después. 

Después de separarme de mi esposo, decidí ingresar al ejército. Opté por hacerlo parcialmente porque sabía cuánto extrañaría a la comunidad militar. Se había convertido en algo parecido a un hogar para mí. 

Amber in an army truck
2012

Cuando tomé la decisión de ingresar al ejército, pesaba aproximadamente 400 libras. Replantee mi dieta y mi régimen de ejercicio y logré alcanzar un estado físico suficientemente bueno para cumplir con los estándares de las fuerzas armadas para participar en el entrenamiento básico. 

Durante el entrenamiento básico, no tuve mi período menstrual. Me dijeron que era normal puesto que el esfuerzo físico y mental puede alterar tu ciclo menstrual

Pero eventualmente me transfirieron a Corea del Sur y todavía tenía períodos menstruales irregulares. Tuve una consulta con un doctor en la base quien recomendó que me inyectase un anticonceptivo para regular el ciclo. Lo hice y mis períodos se volvieron semirregulares.  

Era sexualmente activa cuando estaba de servicio activo en Corea del Sur, pero estaba recibiendo inyecciones anticonceptivas. No pensé que me embarazaría. Pero después de un par de meses de no tener mi período menstrual, compré dos pruebas de embarazo sin prescripción. Ambas tuvieron resultados positivos.  

Estaba sorprendida. Deseaba desesperadamente que el embarazo durase, pero no tenía esperanza de que eso pase. Nunca pude mantener un embarazo por más de 10 semanas, así que pensaba que perdería este en cualquier momento. 

Para mi sorpresa, no perdí el embarazo. ¡Cuando me acercaba a mi segundo trimestre, visité a un ginecólogo obstetra que confirmó que el feto tenía una buena probabilidad de mantenerse en buenas condiciones hasta el día del parto! 

Me mantuve en servicio activo, pero no me quedé en Corea del Sur puesto que mi base era rural y no proporcionaba atención ginecológica obstétrica. Me transfirieron a una nueva base en Estados Unidos. 

Cuando llegué a mi nueva base, traté de acudir al ginecólogo obstetra. Me dijeron que no había disponibilidad para mí y que tenía que ver a alguien de la comunidad. Pero puesto que estaba en servicio activo, debía tener las consultas en la base y Tricare denegó la solicitud de servicios de la comunidad. Finalmente, después de seis semanas de no tener consultas con ningún doctor, en la semana 36 de mi embarazo, pude acudir al ginecólogo obstetra de la base. Puesto que no acudí a esta clínica para mi embarazo antes y puesto que abrieron espacio para atenderme, no me asignaron un doctor específico e hice las consultas con personas diferentes en cada ocasión.  

Aunque la situación no era ideal, todo terminó funcionando. Ahora tengo una hija asombrosa y estoy muy agradecida. 

2013

Dejé el ejército cuando mi hija tenía 2 años. Seguí teniendo dolor extremo y sangrado abundante cuando tenía mis períodos menstruales. Eventualmente, conocí a un ginecólogo obstetra que me dijo que la única cura para mí era una ablación endometrial. 

El doctor me dijo que, como resultado de este procedimiento, ya no podría tener más hijos. Me sentía devastada, pero el dolor era mucho más devastador. Así que me sometí a este procedimiento que me dijeron que resolvería todo. 

En resumen, la ablación no resolvió nada. Aunque ya no tenía períodos menstruales, todavía tenía cólicos horribles todos los meses en los momentos en que el período menstrual debía ocurrir normalmente. 

Un día, el dolor fue tan intenso que me desmayé. Dos veces. 

Después de desmayarme, mi (segundo y actual) esposo me llevó a la ER [sala de emergencia] de las instalaciones del VA [departamento de asuntos de veteranos]. Los doctores tomaron rayos X y realizaron una ecografía externa de mi abdomen. Dijeron que todo se veía normal. A lo cual contesté, “bueno, no debería hacerlo. Me sometí a una ablación. ¡Debería verse algo extraño!” 

Me dijeron que probablemente tenía diverticulitis y me refirieron a una colonoscopía que no mostró ninguna anormalidad. 

Después de más comunicaciones frustrantes  en ambas direcciones con el VA logré reservar una cita con un ginecólogo obstetra que realizó una ecografía transvaginal y dijo que todo se veía normal. Nuevamente, estaba confundida con esta conclusión debido a la ablación. 

“Le puedo dar naproxeno”, dijo el ginecólogo obstetra, después de que le expliqué cuán terrible era el dolor. Naproxeno es un antiinflamatorio que se conoce más comúnmente por su marca, Aleve. Obviamente no es lo suficientemente poderoso para lo que estaba experimentando. 

“Usted no entiende”, supliqué. “¡El dolor es tan intenso que me desmayé!” 

“Me parece que tiene que ser  más fuerte”, dijo el doctor. 

Sí, me dijeron que me ponga más dura a pesar de ser una veterana de las fuerzas armadas. Estaba furiosa. Pero aguanté el dolor dos años más. ¿Qué más podía hacer? Dependía de doctores que seguían ignorándome. 

Cuando finalmente acudí otra vez a un ginecólogo obstetra, uno no cubierto por el VA porque era casi imposible obtener citas con uno del VA, tomaron mi dolor en serio. Una examinación cuidadosa reveló que todos los meses, cuando debía ocurrir normalmente un período menstrual, mi útero se estaba llenando con líquidos endometriales que se derramaban en mi abdomen. La ablación había fallado parcialmente. 

Se requería urgentemente una histerectomía radical. Estuve de acuerdo en hacerlo y un poco después el dolor desapareció. 

Aunque ahora soy saludable y no siento dolor, todavía me enoja que un doctor del sistema del VA me haya dicho que sea más fuerte. Todavía me enoja que me haya tomado años obtener un diagnóstico preciso y que tuve que pagar de mi propio bolsillo para recibirlo.

Me enojo no solo por mí, sino por todas las otras mujeres que son puestas en segundo plano por expertos médicos. Las animo a que sean firmes y digan no. “¡No, no me ‘volveré más dura’!’ Obtendré la atención que merezco para disfrutar de una vida feliz”.

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