Portrait of a female soldier at a gymnasium
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El dolor de prejuicios implícitos mientras usas el uniforme

Las mujeres de raza negra de las fuerzas armadas tienen más probabilidades de padecer dolor pélvico que otras mujeres de las fuerzas armadas. ¿Juegan prejuicios implícitos un papel en esto?

Pamela Price recuerda el dolor. 

Durante una gran porción del período de tiempo entre sus 20 y 30 años, cólicos menstruales, sangrado abundante y ciclos irregulares fueron la norma. El dolor empeoraba cuando trataba de realizar su carga laboral cotidiana, lo que a veces incluía cargar pesos de 20 libras o más. Cada vez que acudía a una clínica médica para obtener ayuda, le daban una prescripción de ibuprofeno y eso era todo. 

Pamela descubriría después que padecía endometriosis, una condición de dolor pélvico que ocurre cuando tejido parecido al que recubre el útero crece fuera de este y crea protuberancias, llamadas implantes endometriales. En promedio, la mayoría de personas reciben un diagnóstico de endometriosis después de casi siete años, pero mujeres de raza negra como Pamela tienen mucho menos posibilidades de recibir un diagnóstico de endometriosis. Esa desigualdad podría estar relacionada con prejuicios implícitos sobre cómo las mujeres de raza negra reciben tratamientos para el dolor, puesto que investigaciones han demostrado que los proveedores de atención médica (HCP, por sus siglas en inglés) tienen menos probabilidades de identificar el dolor en rostros de pacientes de raza negra en comparación con los pacientes de raza blanca. 

Pamela tenía un factor adicional que retrasó su diagnóstico: En esa época, trabajaba en el ejército de EE.UU. Y aunque la cobertura médica está disponible para miembros de servicio activo y veteranos, no siempre es fácil tener acceso a la atención adecuada. Estudios también han demostrado que mujeres en el ejército, mujeres de mayor edad en las fuerzas armadas y mujeres de raza negra no hispanas en las fuerzas armadas tienen mayores tasas de trastornos ginecológicos, incluyendo de enfermedades inflamatorias pélvicas, fibromas uterinos, endometriosis y sangrado menstrual abundante o prolongado, que sus contrapartes civiles. 

No se sabe claramente porque las mujeres de las fuerzas armadas tienen más probabilidades de padecer trastornos uterinos. Pero Pamela sospecha que las demandas de la vida militar, los entornos en los que se desenvuelven los soldados, las demandas físicas que se imponen a sus cuerpos y la tendencia de enseñar a los soldados que ignoren ciertos síntomas, pueden causar o empeorar problemas médicos. 

Entonces hay un problema en la atención. “Para cualquier soldado, la atención comúnmente empezará en la clínica médica de las tropas”, dijo Pamela. “Nuestras TMC [Clínicas médicas de las tropas] no están equipadas adecuadamente para abordar mucho más que dolores de cabeza, agotamiento y situaciones parecidas. Podrías recibir medicamentos mientras te dicen que vayas a casa, bebas líquidos y mejores para que regreses al trabajo”. 

Aunque cualquier soldado podría tener dificultades para obtener la atención adecuada para sus condiciones médicas específicas en la TMC, Pamela indicó en qué forma esta estructura implica una carga adicional para mujeres y miembros de las fuerzas armadas que tenían asignación femenina cuando nacieron (AFAB, por sus siglas en inglés). No hay ningún otro punto de acceso a la atención y podrías visitar la TMC muchas veces con la misma queja antes de que te refieran a un ginecólogo o a otro especialista de atención médica.

Mientras tanto, el dolor pélvico que no ha sido tratado puede hacer que pierdas tiempo de trabajo y perjudicar tu carrera militar. Pamela trabajó para las fuerzas armadas durante siete años y dijo que hubiese considerado seguir trabajando allí si no hubiese sido por las limitaciones físicas de su trastorno, las cuales jugaron un papel importante en su decisión de abandonar las fuerzas armadas. 

Prejuicios implícitos en las fuerzas armadas

Pamela ha trabajado en los sectores de atención médica y de salud pública durante más de 20 años y actualmente se desenvuelve como subdirectora de The Balm In Gilead, una organización sin fines de lucro que trabaja con iglesias y comunidades religiosas para abordar problemas de equidad médica. Su experiencia en atención médica también incluye trabajo en clínicas, en sistemas importantes de atención médica, en hospitales, en instalaciones correccionales y en el cuerpo de enfermeras del ejército de EE.UU.

Pamela dijo que durante el tiempo que trabajó como enfermera del ejército aprendió que las fuerzas armadas no eran inmunes a prejuicios implícitos que retrasan o limitan la atención para mujeres de raza negra y personas  AFAB que trabajan en las fuerzas armadas. Cuando trabajó en la sala de emergencias, observó diferencias en la atención no solo debido a diferencias raciales, pero también debido a diferencias de edad y de rangos.

“Recuerdo varias ocasiones en las cuales veía lo que los proveedores de atención médica escribían como plan de atención”, dijo. “Cuando vi el expediente de una paciente, que era afroamericana, vi que esa era su cuarta o quinta visita a la ER [sala de emergencias] y que se había estado quejando del mismo tipo de problema durante meses. Había estado tomando 800 miligramos de ibuprofeno durante mucho tiempo”. 

El médico emitió otra prescripción de ibuprofeno y Pamela preguntó porque no se le ofreció otra cosa a la paciente. El proveedor de atención médica respondió que pensó que la paciente podría abusar de analgésicos más fuertes o que incluso podría venderlos a amigos y familiares.

Pamela dijo que sintió impotencia porque no podía emitir prescripciones, pero quería al menos cuestionar su decisión para entenderla. ¿Había algo que no estaba considerando? Se preguntó en ese entonces. ¿Evaluaba esto porque sentía que estuve en los zapatos de esta paciente en algún momento? 

“Diría que en entornos de servicio activo y de asuntos de veteranos (VA, por sus siglas en inglés), el prejuicio es más implícito”, dijo Pamela. “No dedicamos tiempo en las fuerzas armadas para proporcionar a nuestros proveedores de atención médica el nivel de aptitud cultural que necesitamos, especialmente cuando consideramos el nivel de diversidad de las fuerzas armadas y que existen cada vez más mujeres que quieren participar y trabajar en las fuerzas armadas. Nunca observé prejuicios que fuesen explícitos, donde alguien intencionalmente quiera que un soldado sienta dolor, pero existen percepciones equivocadas derivadas de factores raciales y étnicos por las cuales necesitamos una mejor educación para todo nuestro personal. Dudo mucho que otra persona hubiese cuestionado esa decisión de no proporcionar a la paciente algo más que ibuprofeno”. 

En el caso de Pamela, tuvo que visitar TMC durante más de un año para que finalmente la refirieran a un ginecólogo que trabajaba en lo que ella se refería como el “hospital grande” en la base. Allí le hicieron cuidadosamente una ecografía, pruebas de imagenología, una TC y eventualmente recibió un diagnóstico oficial. Después recibiría un plan de tratamiento que incluyó supresión hormonal y el uso de un endoscopio para limpiar el tejido afectado. 

Lee: La historia de Pamela: ¿Es tu periodo menstrual otra vez? ¿En serio? >>

“Probablemente se transfirieron tres volúmenes de expedientes médicos al VA cuando finalmente dejé de trabajar en las fuerzas armadas”, dijo.

Encontrar soluciones

Proporcionar una mejor capacitación a trabajadores clínicos que ofrecen tratamiento a miembros de servicio activo y a veteranos AFAB es una meta continua, pero Pamela sugirió formas en que los miembros de las fuerzas armadas pueden defender sus propios derechos también. Muchos VA han creado clínicas para mujeres y veteranas deberían solicitar transferencias a clínicas de mujeres si experimentan problemas uterinos o ginecológicos, dijo. Aunque el proceso implica pasos adicionales, está disponible para veteranas que sienten dolor.

Veteranas que estén cerca de VA que no tengan clínicas para mujeres pueden trabajar con sus proveedores actuales de atención médica para solicitar que un ginecólogo obstetra civil las examine. Se requiere más papeleo, pero lo importante es entender que esto es posible. 

Encontrar apoyo también es vital. Organizaciones tales como la National Association of Black Military Women y Women Veteran Social Justice Network Inc. defienden los derechos de mujeres militares. Pamela sugirió identificar cualquier organización que trabaje para fomentar la salud de la mujer para que ellas tengan los recursos que necesitan para defender sus derechos de una mejor forma. Incluso redes locales y grupos de apoyo pueden proporcionar un espacio para facilitar recursos y asistencia.

Pamela dijo que compartir historias e información es algo importante. Y esas conversaciones podrían marcar la diferencia en lo que se refiere a encontrar una respuesta para trastornos relacionados con la salud uterina.

“Aunque ahora tengo 43 años y siento que estuve de servicio activo hace mucho tiempo, siempre pienso que debe haber una versión de 20 años de mi misma a quien puedo ayudar”, dijo Pamela. “Incluso cuando pienso en los asombrosos proveedores de atención médica con los que tuve la oportunidad de trabajar, todavía me pregunto cómo podría educarlos para que tengan todo lo que necesitan para hacer lo mejor para todos los pacientes a los que atienden”.

Este recurso educativo se preparó con el apoyo de Sumitomo Pharma.

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